miércoles, 8 de diciembre de 2010

CONFERENCIA: EL VALOR DE LA MUJER

Cuando se lee ese tema o alguien va a hablar sobre el valor de la mujer; es lógico que a neustra mente lleguen episodios en la Biblia que contengan ejemplos de mujeres piadosas, de mujeres santas, de mujeres que marcaron la diferencia por su buen comportamiento. Es lo más lógico que alguien puede pensar cuando se trata de valor de alguien sobre todo de la mujer.


Inmediatamente uno tiene que pensar en mujeres ejemplares como Sara, Rebeca, Débora, Ruth, Ana, María, entre otras. Porque para la sociedad, en nuestro paradigma social; la persona que no ha cometido errores es la persona más ideal para utilizarla como ejemplo.

Quizás veas a alguien e inmediato la etiquetes como alguien que no es ejemplar. Es probable que la señales, por el simple hecho de que esa persona haya tenido algún tropiezo o un fracaso. Muy especialmente a las mujeres, que son los sujetos más golpeados a través de la historia, principalmente en las sociedades hebreas. La sociedad hebrea era extremadamente machista y ese espíritu ha trascendido para seguir golpeando al ser más importante y amoroso que Dios ha creado.

Ese espíritu ha golpeado tanto a nuestras congregaciones, que la mayoría de las normas van en detrimento de la mujer. Se observa mucho la estética femenina dentro de nuestras supuestas “doctrinas”, muchos mandamientos de hombres que son copias repugnantes de ese judaísmo excluyente.

Por eso es importante conocer a Dios, porque el que conoce a Dios no tiene esas lagunas doctrinarias. El que conoce a Jesús sabe que Dios no es excluyente. Sabe que el Rey de Reyes y Señor de señores no es excluyente, en cambio, el vino para que tengamos vida y vida en abundancia.

Un ejemplo de que Jesús no era excluyente y que valoraba el sexo femenino, lo está en su genealogía. Los reyes de la antigüedad, en su genealogía destacan en ella figuras notables, hombres y mujeres ejemplares. No hay en la tierra un monarca que quiera exhibir entre sus ancestros a gente de dudosa reputación y mucho menos mujeres.

Sin embargo, la mente de Jesucristo no es igual, en Mateo 1: 1-3, 5-6, 6, leemos:

Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
1:2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos.
1:3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram.
Saltamos al 1:5 Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isa.
1:6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.
Saltamos al 1:16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.

Lo excepcional de este texto es que nos muestra entre los antepasados de nuestro Señor Jesucristo a cinco mujeres, incluyendo su madre. Todas ellas presentan características notables. Pero las cuatro primeras se destacan no necesariamente por su ejemplaridad, sino porque eran mujeres que conocían el dolor, mujeres despreciadas socialmente, mujeres que podrían no ser consideradas dignas de integrar una genealogía tan excelente como la genealogía del gran Dios y Salvador Jesucristo.

Estas cinco mujeres representan ampliamente características de lo que puede ser socialmente cualquier mujer, incluye no sólo mujeres santas, sino también mujeres ambiciosas, mujeres meretrices, mujeres con fracasos en el amor, mujeres en desamor, mujeres astutas. Todas las mujeres están representadas en las cinco que menciona Jesús, con la finalidad de que se pudiera destacar que Jesucristo se identifica con todas y su gran valor ante el reino de Dios.

Tamar es tipo de las mujeres humilladas por las reglas sociales.

En el versículo 3, vemos a Tamar. Encontramos su trágica historia en Génesis 38. Es la historia de una mujer que tuvo dos maridos, uno después de otro. Ambos fueron hombres malvados, a los cuales el Señor enjuició y quitó la vida. Tamar no tuvo hijos de ninguno de ellos. Del segundo -Onán- pudo haberlo tenido, pero dice la Escritura que, en el momento de la relación sexual, éste vertía en tierra para no engendrarle hijos. ¿Pueden ustedes imaginar una humillación más grande para una esposa que, según la tradición judía, ansiaba tener muchos hijos?

Muerto su segundo esposo, Tamar se quedó desolada y triste, como no podemos imaginarnos. Según la ley, Judá, su suegro, debía darle el tercero de sus hijos como marido, en lugar de los que había perdido. Pero él no quiso hacerlo. Pensó: "Si le doy éste, también morirá". Y Tamar se quedó en la casa de su padre como cuando era soltera, viendo cómo los años pasaban, sin marido ni hijos. Allí ideó un plan, y según este plan, ella se puso al alcance de Judá, para que su propio suegro engendrara hijos en ella. Judá, sin advertir que era su nuera, engendró hijos en Tamar, y así nacieron Fares y Zara.

Tamar no forma parte de la genealogía de Jesús porque haya sido una mujer virtuosa, sino más bien porque fue una mujer que lloró las lágrimas más amargas, a la cual Dios miró con misericordia. Su nombre no debería estar allí. Jesús no se avergüenza de que Tamar aparezca mencionada entre su familia, como tampoco se avergüenza de aquella mujer que sufre y es humillada por la sociedad de que su nombre esté inscrito en el libro de la vida.

¡Cuántas Tamar han sido llamadas a formar parte de la familia de Dios! ¡Cuántos hombres indignos, como Judá, este hombre de corazón duro, son mencionados con honra en las Escrituras! Se dice, por ejemplo, de Jesús, que es el león de la tribu de Judá. Allí está Judá, un hombre casi indigno de ser mencionado. Hay muchos hombres santos, “hombres de Dios” que humillan a sus mujeres, sin saber que esa mujer, Dios la tiene presente. No importa que el diablo te diga que n no sirves, que no vales nada. Para Dios eres importante. GLORIA A DIOS.

Rahab, tipo de las mujeres excluidas socialmente.

¿Qué diremos de la segunda mujer, Rahab? ¿La mencionaremos como la prostituya de Jericó?

Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de entrar a la tierra prometida, Josué envió dos espías a Jericó. Ellos no fueron a golpear el palacio del rey. No, ellos fueron a un lugar donde podrían pasar inadvertidos: a la casa de una prostituta. ¿No era normal que entraran hombres a esa casa? Allí estaba Rahab. Era una de las prostitutas de Jericó.

Cuando Rahab recibió a los espías, se jugó la vida por ellos, porque los ocultó para que los enviados del rey no los sorprendieran. Ella dijo: "El Dios de ustedes va a tomar la ciudad. Aquí todos los hombres están temblando, sus corazones son como agua. Yo sé que el Dios de ustedes es el Dios verdadero. Por tanto, los voy a esconder. Pero una cosa les pido: cuando venga la destrucción sobre esta ciudad, tengan misericordia de mí y de mi familia". Y así ocurrió. El día en que vino la destrucción sobre Jericó, Rahab puso como señal un cordón de grana en la ventana, para que fuera visto de lejos por los israelitas. Entonces ellos dijeron: "Esa casa que está allí en el muro no puede ser tocada. Es la casa de Rahab".

Ellos no dijeron eso porque fuera la casa de un hombre insigne o de una mujer importante de la ciudad. No. Era la casa de Rahab. ¡Qué honra, qué salvación! Y, cuando llegaron los israelitas arrasando todo lo que había con vida, ¿se imaginan ustedes al padre de Rahab diciendo a los guerreros israelitas: "Yo soy el padre de Rahab, así que usted no me puede tocar"? ¿O a una mujer diciendo: "Yo soy hermana de Rahab, soy intocable"? En ese momento, el nombre de Rahab era como un escudo para toda su familia. ¡He ahí una prostituta levantada al sitial de una mujer de fe, y mencionada también en Hebreos 11!

Hay mujeres a las cuales el pasado les aplasta. El pasado es como una cadena en el corazón o como una carga sobre su conciencia. Pero miren ustedes a Rahab, y verán cómo el pasado desaparece, cómo los pecados son borrados. Ese hilo de grana colgando de su ventana nos habla de la preciosísima sangre de Jesús, que limpia todos los pecados de una vez y para siempre. Ya no diremos Rahab la ramera, sino Rahab, la mujer justificada, santificada por la fe.

Nunca más sería recordada con ese epíteto vergonzoso. Ella fue la bisabuela del rey David. Su hijo Booz, que aparece en el libro de Rut, es un hombre de un carácter tan sólido, tan consistente, tan íntegro, como pocos en la Biblia. ¡Booz, el hijo de Rahab! ¿Qué enseñanzas le entregó ella a su hijo, que llegó a ser tan noble?

Una vez más Jesús reconoce a una mujer no por su pasado, por los errores que haya cometido; Jesús la reconoce por su valor. Si la iglesia identificara a la gente por su valor, como lo hace Jesús, sería una iglesia que sigue los ideales de Jesucristo.

A ti mujer que tienes algún pasado o presente oscuro y socialmente despreciado, Jesús te dice que estas o puedes entrar en su círculo; Él ve más allá de persona, Él te ve con un instrumento suyo, no importa como el hombre te vea. Él no mira tu infidelidad, Él te mira con ojos de misericordia. ALELUYA.

Rut, Es tipo de la mujer sola y sin suerte.

El libro que relata la historia de Rut es uno de los más delicados, más tiernos, más dulces de la Biblia. Rut era extranjera, era moabita. Ella se casó con uno de los hijos de Noemí. Murieron su marido, su cuñado y su suegro. Quedó viuda y desvalida. Noemí quedó sola con sus dos nueras. Una de ellas era Rut. ¿Pueden imaginarse ustedes una casa donde hay sólo tres mujeres viudas?

Cuando Noemí decide volver a Israel, su patria, Rut le dice: "Yo no me quedaré aquí. Desde hoy, tu Dios será mi Dios; tu patria, mi patria. Me voy contigo". Y Rut llegó a Israel, y comenzó a recoger espigas en el campo de Booz, el hijo de Rahab. Booz, que era un hombre mayor, la miró con misericordia, y dijo a los hombres que cosechaban su trigo: "Dejen caer algunas espigas para que ella recoja. Ella cuida de su suegra. Ella decidió dejar su parentela, para venir a ampararse en el Dios de Israel". Rut era una mujer virtuosa.

Pero también tenía -aparte de su viudez-, otra razón para sentirse menoscabada: los moabitas no eran bien recibidos en Israel. Ellos eran descendientes de Lot. Ustedes recordarán la historia de Lot, quien luego de huir de Sodoma, se fue a vivir al monte, sólo con sus dos hijas. Y esas hijas, que no tenían esperanza de tener marido, recurrieron a una estratagema para concebir de su propio padre. Dos hijos nacieron de esa relación incestuosa. Uno de ellos es el padre de los moabitas. Para nosotros decir hoy 'Rut la moabita' no significa mucho, pero en su tiempo, era un apellido ignominioso, un motivo de deshonra.

Y esta mujer, Rut, se allegó al Señor, y encontró misericordia. Dios miró sus lágrimas, la consoló, y le dio el mejor marido que una mujer de Israel podría haber soñado: Booz. Este marido no sólo era íntegro como hombre, sino además un hombre rico y piadoso. El Señor miró a Rut y la levantó del polvo.

Aunque ha habido lágrimas, sufrimientos, soledad, hayas tenido que sepultar a un ser querido. Dios te abre sus brazos, porque Él te tiene en su círculo. Aunque no lo creas, Jesús cree que tienes un gran valor. Jesús levanta tu cabeza para siempre.

Betsabé. Tipo de una mujer ultrajada y abusada.

Aunque no se menciona su nombre, pero si se hace mención de "la que fue mujer de Urías".

Se llamaba Betsabé, a la cual David la miró un día con ojos codiciosos, mientras el marido de ella estaba en la guerra. Y él, siendo el rey, la hizo venir y la ultrajó. Y más aún, envió mensajeros para que Urías, el marido, fuese puesto en la primera línea de batalla y muriera, de tal manera que esa mujer quedara libre. Un negro pecado con terribles consecuencias.

Pensemos un momento en el dolor de Betsabé. No sólo había sido ultrajada por el rey; había quedado viuda, y había perdido a su hijo. Todas las desgracias imaginables para una mujer se le habían desencadenado de la noche a la mañana. Y el Señor misericordioso y compasivo, que se complace en consolar, la miró. Le dio otro hijo, y ese fue nada menos que Salomón, el heredero del trono. David tenía más de veinte hijos, pero Dios -dice la Escritura- amó a Salomón. ¿Por qué creen ustedes que Dios amó a Salomón?

Salomón no era hijo de una reina o una heroína. Era hijo fue el hijo de una mujer ultrajada, que había sufrido desgracia tras desgracia. Pero para Dios era una gran mujer. Otra vez Dios miró su gran valor. A esas mujeres que han ultrajado y abusado, Dios no las ha olvidado; en cambio, Jesús la tiene dentro de su círculo.

María, tipo de la mujer ejemplar, aun sin recursos.

María, la madre de Jesús fue La mujer más virtuosa, más santa, más hermosa, de cuantas mujeres han pisado la tierra. Sin embargo, María no era una hija de un rey, no era una princesa nacida en Jerusalén. Era una mujer galilea, una jovencita que vivía en esa zona despreciable, al norte, donde ya se perdía Israel, cerca de Siria, en la ciudad de Nazaret.

Cuando Dios buscó a una mujer, para que su Hijo viniera al mundo, sus ojos no miraron hacia Jerusalén, la ciudad real; sino hacia Nazaret, la ciudad perdida en aquellas regiones "de sombras de muerte". ¡Bendito es el Señor!

Dios levantó también la cabeza de esta jovencita preciosa y humilde. Jesús no buscó una joven que viviera en opulencia o de una familia rica o de los principales.

Aquellas mujeres que no tienen riquezas, que su mayor riqueza es su bondad; mantén esa característica, no mires la opulencia de otras. Porque muchas han sacrificado la felicidad de un hogar o su integridad por una vida de opulencia y riquezas. Dios te dice que no te impacientes a causa de los malignos ni tengas envidia de las que hacen iniquidad, porque como la hierba serán prontos cortados y como la hierba verde se secará.

A las jóvenes humildes, quiero decirles que ustedes no escogieron la familia a la cual llegaron; no escogieron a sus padres ni sus antepasados. Ninguno de nosotros eligió la familia a la cual vino. Pero, ¿sabes?, el Señor Jesús escogió a cada uno de sus antepasados. Así que veamos por qué escogió a éste y aquel, a ésta y a aquella. Cada elección de Dios es una obra de su gracia. La de ellos y la nuestra. Es tu valor lo que Dios aprecia, no es cuanto tengas o no tengas. No es la posición social, o el novio rico que estas buscando. Jesús mira algo más allá de lo evidente, mira el gran valor que tienen las mujeres, sobre todo mujeres como tú.

En esta conferencia quiero expresarte en síntesis, que el aprecio que Dios le tiene a la mujer es incalculable.

Jesús experimentó que la mujer es el ser humano más fiel, más cariñoso, más afectuoso, más devoto que ha habido sobre la faz de la tierra.

Es por eso que el diablo ha tratado de excluir a la mujer del accionar de la obra de Dios en la tierra. Ha difundido su mensaje distorsionado de que el hombre es la criatura preferida de Dios.

Desde la antigüedad, incluyendo a los hebreos, a la mujer se le negaba derechos civiles y políticos; incluso, hasta derechos ministeriales. Sin embargo, aunque Dios era respetuoso de las costumbres judías, siempre Él daba a entender que delante de Dios no había diferencias de género, raza y color.

Dios reconoció el valor de las mujeres, cuando les reconoció los derechos civiles, otorgándole el pedido de las hijas de Zelofead en Números 27.

Reconoció el valor de las mujeres, cuando les reconoció los derechos políticos; al otorgarle el título de jueza a Débora en Jueces 4.

Reconoció el valor de las mujeres, cuando les reconoció el derecho de ministrar su palabra, al otorgarle el título de profetiza a Débora, Hulda, Ana y las hijas de Felipe. Hoy hay unos guiados por el diablo, para enseñar que las mujeres no deben predicar, liderar, enseñar o pastorear; pero mentira del diablo, ya que la Biblia dice en Gálatas 3:28: “Ya NO HAY JUDIO NI GRIEGO; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Jesús cambio ese legalismo, superando una cultura patriarcal. Jesús reconoce el gran valor que tiene una mujer. GLORIA A DIOS.

Jesús vino a honrar y restaurar a la mujer como tal. Fueron las mujeres las que acompañaron, apoyaron y sirvieron en el ministerio de Jesús. Ellas permanecieron fieles hasta su crucifixión. Fueron las primeras que vieron la tumba vacía, las primeras en recibir el aviso de la resurrección de Cristo y las primeras en ver al Cristo resucitado. También fueron ellas las primeras en dar aviso a los discípulos de la resurrección del Señor.

En el periodo de persecución de la iglesia primitiva, Pablo encarcelaba y mataba a los cristianos, dentro de ellos iban muchas mujeres, que murieron fieles a Dios (Hechos 8:3). Fueron muchas las mujeres que colaboraron con Pablo en su apostolado y fueron ellas las que contribuyeron grandemente con la expansión del evangelio en la iglesia primitiva.

MUJER.

Que nadie menosprecie tu papel en el Reino de Dios. Que nada ni nadie te impida ejercer ese gran lugar que mereces en el Reino de Dios.

Declaramos mujeres fuertes y poderosas en cada congregación, mujeres que junto a los grandes hombres de Dios, sigan dignificando y ensanchando el Reino de Dios en cualquier lugar.

Mujer de Dios, eres una joya preciosa de mucho valor, de un valor incalculable. Tu valor es tan grande que Jesús quiere tenerte en su círculo.

Por cuanto la Palabra quiere que vivamos de triunfo en triunfo. Por cuanto la Biblia dice que no quiere que nadie se pierda. Por cuanto, en el círculo de Jesús, hay un espacio especial para las mujeres, sin importar su pasado y procedencia.

Te declaro una mujer victoriosa en Cristo Jesús. Te declaro una mujer que dejará grandes huellas en tu caminar. Te declaro que nada ni nadie te restarán ese gran valor que Dios te ha concedido.

Dios te bendiga.


Preparado por Hilario Balio

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